Archivos Mensuales: marzo 2013

Aberri Eguna

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comidaDentro de 4 días, el 4 de abril, Senegal celebra su fiesta nacional. Una efeméride que conmemora la independencia de este país de Francia, de la que este año se cumplen 53 años. Será, además, el mismo día que El Hadji tenga que acudir al Hospital de Cruces a realizar una nueva prueba, la segunda, tras su llegada a Euskadi. Allí, en su país, Senegal, las prioridades son combatir la crisis alimentaria y la resolución del conflicto de la Casamance, que dura ya treinta años. Aquí, en Euskadi, intentaremos comer tiébou dienne o ceebu wan (en francés y en wolof), un plato que combina arroz, pescado y verdura, y que es su plato nacional.

Días de ocio

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Top manta, piratería musical/01Semana Santa en Bilbao. Sábado de Gloria. La ciudad está llena de turistas y el Casco Viejo es un bullicio de gentes, una pequeña torre de Babel en la que se mezcla el catalán con el alemán, el italiano con el inglés, el castellano con el euskera o el francés… La hostelería hace su negocio, la oferta gastronómica deslumbra a los visitantes y la programación del Basque Fest expande sus actividades culturales y deportivas por varios escenarios de la ciudad. La gente pasea por calles y avenidas, disfruta del ocio, consume. Mientras tanto, en las mismas calles, otra realidad pasa más desapercibida para paseantes y turistas. Sí, allí están los hijos de la emigración, sudamericanos o africanos, llegados desde  el trópico, desde Ecuador o Senegal, unidos por un mantel a ras de suelo, con bolsos, música top manta y la mirada siempre vigilante ante una posible redada policial.

Ecosistemas y biodiversidad

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ecosistemaSe podría decir que El Hadji vive aquí, en Euskadi, entre dos ecosistemas humanos. Dos familias con sus respectivas formas de vida que, como todo organismo, interactúan con otros elementos de su entorno local. Uno, en Ermua, localidad de tierra adentro más cercana al ámbito rural. El otro, en Bilbao, con su dimensión de gran ciudad. Espacios físicos que delimitan estructuras de comportamiento y moldean cadenas diferenciadas de biodiversidad. El Hadji procede de otro ecosistema diferente y ahora hace grandes esfuerzos por integrarse en estos nuevos biotopos ajenos a su anterior historia y evolución personal. Y las dos familias buscamos trazar líneas de integración para que la suma de todos ellas de lugar a un nuevo hábitat, no sólo físico sino, también y más importante, emocional.

Riesgos

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recortebiciLa vida está llena de riesgos que hay que sortear cada día. Riesgos al  decidir hacer algo y riesgos por permanecer pasivos. Desde hace ya más de dos semanas, desde el día 10 exactamente, estoy dándole vueltas al hecho de que El Hadji aprenda a andar en bicicleta (vélo, velo), después de comprobar que no tenía ni idea. La bicicleta que utilizó era un poco grande para poder manejarla con soltura. Más de una hora arriba y abajo por el Paseo del Arenal agarrándole por la espalda y  con la otra mano asida al manillar, mientras él, inconsciente del gran batacazo que se podía dar, se lanzaba a tumba abierta, me hizo pensar que mejor fuera otra persona quien asumiera el riesgo físico que conlleva esta actividad. «No es mi hijo», me decía, recordando los momentos en que tuve que asumir esa responsabilidad. «Ya aprenderá cuando vuelva a su país», intentaba desplazar el asunto hacia otro lugary/o otras gentes. Hoy, a través de Alfonso (delegado de TDH), me he puesto en contacto con Cristina y Agus, familia también de acogida, que nos han prestado una bicibleta más pequeña y manejable para El Hadji. En cuanto vuelva a Bilbao, su placer y mi sufrimiento volverán a recorrer, como un bólido, todo el Paseo del Arenal.

Extraescolares

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Hoy El Hadji está pletórico. Ha estado muy bien acompañado durante todo el día. Por la mañana, con Mikel tocando el piano; por la tarde, con Aitor, mi sobrino pequeño, jugando al fútbol; y por la noche, con Aitor y con Ander, mi sobrino mayor. Han cenado los tres juntos y, después de cenar, El Hadji ha aprovechado para darles una clase de wólof y una paliza a cuatro en raya. No se puede pedir más.

Esperanza y coraje

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hospitalcrucesSegunda consulta en el Hospital de Cruces. Hoy tocaba hacer una ecografía. Nada más salir de la prueba El Hadji se dirige directamente a Alfonso, el delegado de Tierra de Hombres (TDH) en Euskadi. Sabe que de él depende la posibilidad de llamar por teléfono a su familia a Dakar, cuestión en la que ha insistido en algunas ocasiones tanto en Ermua como en Bilbao. Alfonso le explica que se trata de algo muy, muy excepcional,  puesto que las familias ya conocen las reglas antes de viajar. Una posibilidad que sólo se contempla de forma muy restringida cuando se entiende que ha podido haber un compromiso de llamada inicial. Además, no se trata tanto de limitarle las comunicaciones (ya que su familia recibe informes escritos semanales) sino de tener un único canal de contacto, evitando posibles interferencias múltiples. El Hadji marca el número de teléfono que, efectivamente, se sabe de memoria.  En la primera llamada no coge nadie, pero en la segunda se pone Issa, su padre. Primero habla Alfonso, en francés. Luego El Hadji. Durante más de cinco minutos su rostro se ilumina y, por lo que parece, le está resumiendo todas sus primeras experiencias aquí en Euskadi. Alfonso se despide finalmente de su padre, que le transmite la gratitud de su familia y le expresa su esperanza (y coraje) en que su diagnóstico clínico pueda aliviarse. 

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A El Hadji le ha sentado bien hablar con su familia. Hoy, el viaje del Hospital a casa (Ermua) ha sido diferente. En el autobús se ha pasado todo el tiempo comentándome lo que veía y sonriendo. Pienso en sus padres, en la alegría que habrán sentido al oír la voz de su hijo después de su salida de Dakar. Además, por la expresión alegre de su cara, suponemos que les habrá dado buenas noticias. Claro está, a la manera de un niño de diez años. Por la tarde, parchís, cuatro en raya, oca….  en compañía de Manuel, nuestro ahijado. Hacen buenas migas  estos dos chavales. Menos mal, porque el mal tiempo no daba para más.

 

Cuatro en raya

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cuatroenrayaSoy Floren, de la familia de acogida de Ermua. Tengo 63 años y estoy prejubilado, pero no desocupado. Por la mañana, voy al euskaltegi y, por la tarde, es  El Hadji el que se encarga de tenerme ocupado. Después de comer, intento que haga algunos ejercicios; pocos, porque enseguida me dice que cuatro en raya. Me pega unas palizas monumentales. Casi siempre me gana y eso le encanta. A las cuatro, a la calle a jugar al fútbol. Si tengo suerte y hay niños, me mantengo en el banquillo. Si no tiene compañeros, me toca a mi ponerme de portero. Cuando me mete gol, cosa que sucede a menudo, se ríe. Está claro que a nadie le gusta perder y a El Hadji tampoco. Sobre las 19:30 horas volvemos a casa y le ayudo a bañarse. Después de cenar, otra vez cuatro en raya. Son las diez de la noche, hora de que El Hadji se vaya a la cama. El seguiría jugando, pero yo estoy cansado. Desde el principio, tenía claro que necesitaría ponerme “las pilas”, aunque ahora sé que, además, tienen que ser alcalinas.

Músicos callejeros

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OLYMPUS DIGITAL CAMERAOLYMPUS DIGITAL CAMERADomingo de Ramos. Mediodía. Nada más salir al Casco Viejo nos encontramos con un músico callejero africano. Le digo a El Hadji que le hable para comprobar si es de Senegal. No ha habido suerte. Es de Guinea-Conakry y, a pesar de que es un país limítrofe, no habla wolof. Doblamos la calle y nos damos de bruces con la procesión que abre las celebraciones litúrgicas de Semana Santa. Varias filas de encapuchados abren el cortejo. El sonido de tambores y trompetas es atronador. Pone cara de susto y después me señala a un cofrade que, en primera fila, camina descalzo. Intento explicarle algo racional, pero es en vano. No parece que le guste esta música y me dice «A los columpios, rápido».

Operaciones relevo y periodos de adaptación

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Sobre las 10:30 llega Txema. Floren y El Hadji han ido a comprar el pan y el periódico. Cuando vuelven, El Hadji le saluda con una sonrisa. Después del café y un ratito de charla, Floren les acompaña al autobús. A continuación, gracias a la “operación relevo”, hemos podido hacer lo que más nos gusta: senderismo. Y lo hemos hecho con un tiempo fantástico y en un entorno privilegiado: Zumaia-Askizu-Getaria-Zarautz-Askizu- Zumaia.  Haize, Txema, Unai eta Xabier: Eskerrik asko!

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Eskerrik asko zuei. No es cumplido, es una sensación compartida. Lo hemos hablado esta mañana mientras hacíamos la «operación relevo». Todos (no sólo El Hadji, sino las dos familias también) necesitamos un «periodo de adaptación», de encaje, de ajuste. Y por ahora, en honor a la verdad, debemos decir que hemos tenido mucha suerte por poder compartir con vosotros (Maite y Floren) el privilegio de cuidar de El Hadji. Vosotros desde vuestro compromiso cristiano. Nosotros desde nuestra visión agnóstica de la vida.

Ritmo africano, Bugs Bunny y dibujos animados

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Como todos los días, para desayunar, limpiarse los dientes y vestirse (se baña por la noche) una hora y cuarto. Ritmo africano. Llegamos a la biblioteca y me doy cuenta que no ha llevado el cuaderno. El Hadji sonríe pícaramente. No hay problema. Podemos trabajar la tabla del ocho y del nueve sin cuaderno, le digo. Cuando ve el folio lleno de cuentas, pone cara de “si lo sé no vengo”. Finalmente, las hace. En la comida, nos ha sorprendido organizando el viaje de regreso. «Manuel, Mikel, Bittor y yo,  avión Senegal», nos dice. senegalair

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Escribo por primera vez. Soy Haize, de la familia de apoyo de Bilbao. En vísperas del regreso de El Hadji a nuestra casa, me doy cuenta de que desde que se fue el pasado domingo a la tarde,  llevo haciendo cosas por y para él. Así, el lunes recogí el circuito de coches que le había montado y que tanto le gustó hasta que perdió el interés porque, a consecuencia posiblemente de las pilas, dejó de funcionar. El martes estuve buscándole ropa para no tener que trasegar con ella constantemente en sus viajes Ermua-Bilbao-Ermua.  El miércoles recorrí varios vídeo-clubs en busca de dibujos animados en francés. El jueves,  devanándome la cabeza sobre su dieta, compré conejo para hacérselo guisado e hice croquetas de pollo para probar suerte. Por la noche, mientras esperaba la llegada de la Korrika, pregunté a varias amigas a ver si tenían una bici pequeña para que aprenda a andar, algo que parece que desea mucho, tal como demostró el primer fin de semana que pasó con nosotros con una bicicleta grande que tenemos y, aunque no sabe manejarla, no le falta osadía. Hoy viernes he salido a comprarle dátiles  y yogurt que le gustan mucho. Así que me he decidido a escribir sobre todo esto que ya ha empezado a formar parte del  día a día de mi vida.

Dientes de leche

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Consulta en Aldapa Centro Dental. A El Hadji se le mueven dos dientes de leche. Pero en la consulta se le movía todo el cuerpo. Se resistía a abrir la boca. La odontóloga nos ha dicho que no merece la pena hacerle pasar un mal rato, que él mismo puede ir moviéndolos, hasta que se le caigan y dejen paso a los nuevos, que ya vienen empujando. Por la tarde, en tren a  Eibar. Llevan a Mikel –su amigo- a clase de danza. Mientras tanto, Floren y El Hadji, de parque en parque. También en el juego se hacen evidentes las secuelas del accidente. Mikel viene a cenar con nosotros y El Hadji está encantado. Se le nota que está acostumbrado a vivir con mucha gente en casa.

Cuestión de género

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korrikatxikiEl Hadji ya ha descubierto cómo es nuestro modo de funcionar. Estábamos comiendo y, de repente, nos dice «ah, yo, casa de Txema, casa de Floren; casa de Floren, casa de Txema».  «Casa de Maite y Floren», le dice Floren. «Y de Txema y Haize», le contesta El Hadji. Floren le ha llevado a ver la Korrika txiki. El Hadji alucinaba viendo correr a tantos niños juntos. A continuación, chocolatada y música. El Hadji parecía estar en su salsa. Y para terminar bien la tarde, ha encontrado compañeros para jugar al fútbol. Ha llamado Alfonso. Le he comentado que todo marcha bien. Quedamos en vernos el lunes en el Hospital. Son las 10:00 de la noche y El Hadji está agotado. Es hora de que se vaya a la cama…

«Sí pegar»

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Segundo día de biblioteca. Seguimos en la misma línea. El Hadji no hace mucha tarea, pero tampoco molesta, que no es poco. Por primera vez, hoy ha comido la misma comida que nosotros: paella de pescado. Eso sí, servido en formato personalizado. Por un lado, el arroz; y, por otro, las gambas. Juntos, sí; revueltos, no. Ni mejillones, ni almejas, ni tampoco txipirones. Después de cenar, nos cuenta que Ibrahima, un niño de Barcelona que vive en Dakar, le llamó “puta mierda”; y que él le pegó. Intento hacerle entender que pegar no está bien, pero El Hadji insiste en que “sí pegar”…

Clase de cocina

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Primer día de clase. El Hadji ha estado desde las 10:00 hasta las 11:30 sentado en la biblioteca txiki. Eso sí, al principio, con gesto serio. Cuando ha visto que yo no le hacía caso, se ha decidido a abrir el libro de ejercicios. Hacer, hacer, no ha hecho mucho, pero me ha permitido retomar las clases de castellano con Fatma. Después de bañar a El Hadji, Floren se ha puesto a hacer la cena y, al verlo con el delantal, le miraba y se sonreía pícaramente. Le he preguntado quién cocina en su casa y me ha contestado que «mama sólo; papa, no».

Teléfono y despedidas

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cabinaDomingo lluvioso que nos limita, primero jugar al futboll con Xabier y, luego, estar en los columpios. Volvemos a casa. Come bien, se entretiene pero, de repente, me pide hablar con su padre en Senegal. Me señala el teléfono y comienza a decirme los números que hay que marcar. Le digo que no es posible, que es la propia organización Tierra de Hombres (Gizakien Lurra) quien, a través de su delegado en Euskadi, Alfonso, se encarga de informar regularmente a su familia. No quiere entender. Su mirada casi implora, pero me mantengo firme. Esas son las reglas y ya lo sabe desde antes de salir de su país.  Ayer también me puso a prueba al salir del txikipark. Vio una cábina de teléfono, me agarró fuerte de la mano y me hizo ir hasta ella. Cogió el auricular, marcó las cifras que se sabe de memoria, y se puso hablar (fingidamente, claro está) con su padre. Estuvo como un minuto y la conversación parecía real hasta el punto de que pensé que tenía algún truco para hacer llamadas internacionales. Le pedí el auricular y me lo puse al oído. Allí no había nadie. Solo se escuchaba un lejano ruido, como de caracola de mar. Sin embargo, para él, allí estaba su padre.

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Hemos ido a recoger a  El Hadji a Bilbao. Nos ha recibido muy contento.  No hay duda de que, tanto Txema como con el resto de la familia, lo han acogido estupendamente. Y el niño lo percibe. Llega la hora de volver a Ermua. Txema nos acompaña a coger el autobús. El Hadji se despide con naturalidad. Subimos al autobús y, nada más sentarse, le cambia la cara. Está ausente. Intento hablar con él, pero no me escucha. Ni vacas, ni caballos, ni nieve, ni ovejas. Inútil. Intuyo que el autobús le recuerda algo doloroso. Entramos en casa. Sorpresa. Floren le enseña el cuaderno de ejercicios que le hemos comprado para trabajar por las mañanas. Quiere comenzar a hacer la tarea desde ya. Veremos mañana cómo se nos da…

autobusdakar► ☼ ☼ ☼ ☼ ☼ ☼ ☼ ☼ ☼ ◄

Hola Maite / Floren:
He leído vuestro e-mail y describís exactamente la misma sensación que tuve el viernes pasado, cuando tras verle tan alegre en vuestra casa de Ermua nos acomodamos en el autobús de viaje a Bilbao. La misma sensación de abatimiento, de tristeza… con la mirada perdida en la ventanilla mientras su cabeza vuela en busca de otros horizontes, quizás tras el paisaje difuminado de su primer viaje Dakar-París-Bilbao cuando dijo adiós a su familia. Aquella primera y desgarradora despedida en la que comenzó a sentir el peso de su ausencia  llevado hacia una tierra lejana y unas gentes desconocidas… Por eso quizás necesita «echar alguna raíz», sentir certezas, sentir que su vida no es una maleta extraviada en cualquier aeropuerto del mundo que pasa de mano en mano hasta encontrar su dueño final… Pero también es una buena señal cuando, de nuevo en vuestra casa, comienza enseguida a dar muestras de alegría y el paisaje antes extraño se vuelve ya algo más cercano y conocido. Un territorio que comienza a hacer suyo y que prueba que su adaptación, poco a poco, va por buen camino.
Saludos.

Djembes y timbales

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OLYMPUS DIGITAL CAMERAVI Perkusio Eguna. Bajo el slogan “Nos van a oir” (“Entzungo gaituzte”), la Coordinadora de Grupos de Bilbao la Vieja, San Francisco y Zabala organiza una jornada reivindicativa en favor de la convivencia entre culturas, de los servicios públicos y la inversión social, y en contra de la política de recortes. Todo el caleidoscopio de pueblos que se dan cita en estos barrios está aquí presente, muchos de ellos africanos y, entre ellos, muchos senegaleses. Al ritmo de djembés, tambores, doundunes, atabaques, shekeres y timbales, los cuerpos de algunos espontáneos comienzan a templar esta mañana fría de los últimos días del invierno. No hace falta ni siquiera que se mueva para intuir que El Hadji lleva la música en su cuerpo, como señal indeleble de su propio código genético. Al principio se resiste a salir a danzar pero, de repente, se lanza al centro del improvisado escenario callejero y arranca un gran aplauso de la multitud allí congregada. Pero no acaban aquí las sorpresas. En unos minutos ya se ha hecho amigo de varios senegaleses, especialmente de Ababacar, un chico de unos 25 años con  el que hace muy buenas migas y, antes de que me de cuenta, El Hadji encabeza la pancarta que abre la manifestación que cierra los actos del VI Perkusio Eguna. A esto se le llama integración express o por procedimiento de urgencia.

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txikipark03La tarde, sin embargo, no comienza bien. Le pido que me acompañe a Casa del Libro donde tengo una actividad programada y me dice que quiere jugar al fútbol. Le contesto que no es posible en ese momento y que luego tal vez sí, y “pone morritos” de enfado. En el camino va como ausente, haciéndome ver que no le gusta que le lleven la contraria. Actuo como que no me afecta. Me acuerdo de cuando mis hijos eran pequeños y cogían rabietas. Indiferencia total hasta que se les pase. Tras el acto en Casa del Libro decido llevarle, sin decirle nada, a un txikipark cercano a la zona de San Mamés. En cuanto llegamos, su desgana se troca en interés creciente en cuanto ve la zona de juegos donde decenas de niños mucho más pequeños que él se desplazan como hormigas huyendo de un poderoso enemigo por aquel laberinto de mecanotubos y gomas de protección. Durante hora y media sube, baja, se arrastra, se “enloda” de bolas de plástico, reaparece… y vuelve a repetir la misma operación de forma tan enloquecida como el resto de niños. Pero todos sus intentos por contactar con algún otro niñ@ resultan infructuosos. ¿Será invisible?  Sin embargo, uno sale del recinto y da la “voz de alarma”: “Hay un niño negro”. Están tan ocupados que nadie le hace caso.

Wolof

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paraguasamarilloMientras desayuna, le comento que hoy va a ir a Bilbao a jugar al futbolín con  Unai y  Xabier. Su respuesta, una sonrisa. Como sigue lloviendo, decido ir a comprarle un paraguas. Elige el más cantoso de toda la tienda, un amarillo canario. La dependienta le dice que, para chico, mejor uno negro. El Hadji le dice: «no bonito». Después de comer, me ayuda a preparar la mochila para el fin de semana. Hay dos cosas de las que nunca se separa: su reloj y unos guantes blancos. Intuyo que tienen un significado especial para él. Mientras esperamos a Txema, escribo en un folio el nombre y la edad de mis hermanos y le pido que haga lo mismo. Se lo pido con cierto temor, por si le remueve experiencias recientes. Afortunadamente, reacciona bien. Escribe los nombres del padre, la madre y los cuatro hermanos. De las edades de sus hermanos, solo recuerda la del siguiente a él. A las 17:15 llaman al timbre. Floren le dice que es Txema.  El Hadji sonríe y hace el gesto de esconderse debajo de la mesa. Le gusta esconderse y darnos sustos. Después de un ratito de charla, coge su mochila y se va tranquilamente con Txema.

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Ha transcurrido sólo una semana desde que llegó y El Hadji ya ha entrado en nuestras vidas. Nos somos sus padres, tampoco unos tutores legales al uso. ¿Qué somos, entonces? El diccionario de sinónimos no ayuda a buscar la definición precisa. Lo que más se aproxima por ahora: “compañeros de viaje durante una parte de su itinerario vital”.

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face_diagEs viernes y tras toda la semana en Ermua, volvemos en bus a Bilbao. Haize sale a nuestro encuentro y decidimos pasar por Etorkinen Bat, justo en el preciso momento en que Hady Diallo está cerrando la oficina. A El Hadji se le ilumina la cara nada más verle: puede comunicarse en wolof. Poco a poco su rostro se torna triste. Los últimos días en Ermua han sido geniales pero ahora, de repente, al abrigo de la comunicación más directa con su compatriota, su corazón se abre. Le cuenta que ha tenido un sueño en el que su padre está muerto. No entendemos nada de lo que le dice Hadi,  pero intuímos que sus palabras son balsámicas porque enseguida se tranquiliza. Ahora nos acordamos de cuando nuestro hijo mayor cuando, a una edad parecida, tenía pesadillas pensando que nosotros también íbamos a morir y le íbamos a dejar sólo en este mundo.

Diez euros

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Día estupendo. El Hadji me ha acompañado a la pelu, a tomar café y a hacer la compra. Es un todoterreno. En el café ha estado jugando con Bittor, el nieto de una amiga, un poco pequeño para él, pero se arreglaba muy bien. Hemos ido a la farmacia a comprar bolsas de noche y un solidario espontáneo nos ha dado diez euros. A pesar de decirle que El Hadji no necesitaba nada, el señor ha insistido en que el también quería colaborar. Me ha dejado tan descolocada que no he sabido reaccionar. Lo mejor de todo es que no sé quién es el buen hombre. Sólo ha pasado una semana desde que recogimos a El Hadji en Loiu. Eso sí, una semana muy intensa, con una evolución muy favorable.

¡Besos, no!

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ermuanevado1Comienza a nevar. El Hadji alucina. Desde la ventana del autobús, me señala, una y otra vez, los montes nevados. Se le ve contento, a pesar de que le hemos dicho que vamos al Hospital a cambiar la sonda. En la sala de espera nos señala una niña y dice “china”. Quizás queriendo destacar que él no es el único “diferente”. A las 12:15 llega el Dr. Oliver, nos saluda, comenta que le llamó Alfonso y, con otro compañero, se ponen manos a la obra. El Hadji se ha quejado solo un poquito. Prueba superada. El médico nos pregunta cómo va la “operación ducha”. Se ha dado cuenta que se había cambiado de calzoncillos. «Va hecho un pincel», comenta. Nuestra relación promete. Hoy le he cortado las uñas y no ha abierto la boca. Claro, tampoco le he preguntado si quería. Esto me hace recordar la escena de ayer, cuando Merche -una amiga- hizo el gesto de darle un beso. El Hadji, con su expresión, lo dejó bien claro: «¡Besos, No!». Terminamos el día asistiendo al concierto de los alumnas y alumnos de la Escuela de Música. Actuaba Mikel y a los amigos hay que apoyarlos. El Hadji parecía estar muy a gusto, sin aplausos pero con sonrisa.

«¡A la calle!»

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Esto marcha. A las 10:00 entro en su habitación y está como un “tronco”. Ha dormido doce horas de un tirón. Desayuna bien, eso sí, un poco lento. Parece que le sentó bien el baño con Floren. Vamos al Centro de Salud a cambiar la sonda. Dos enfermeras preparan todo lo necesario para hacer el cambio. Sorpresa. No se atreven a hacerlo. Alfonso habla con el Dr. Oliver y quedamos en ir mañana antes de que empiece la consulta. El Hadji ha empezado a decir las primeras frases en castellano. Lo que más claro dice es «¡a la calle!». Le encanta la calle y, sobre todo, jugar al fútbol. Lo de leer o hacer deberes, nada de nada. En este momento, 21:30 horas, está con Floren viendo el partido Barca-Milan. Este niño va a conseguir que le guste el fútbol a Floren.

Calzoncillos

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Hospital de Cruces: Consulta de Urología. No pinta bien la cosa. El Dr. Oliver mira las placas y lo resume con un  “hace falta huevos para meterle mano a este chaval”.  Iremos viendo qué novedades aportan las pruebas que ha pedido el urólogo… El Hadji nos ha sacado los “colores”. Llevaba puestos los mismo calzoncillos desde que vino de Senegal. Asignatura pendiente: higiene. Alfonso nos echa un “cable” hablando con él. Antes de cenar, toca baño. Le acompaña Floren pero le pide que le deje solo y él accede. Viene a la cocina y le propongo que le diga que elija entre Floren o Maite. Por supuesto, se queda con Floren.

Vélo, Vélo

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Ha dormido bien, desayuna, y nos vamos a la calle. Hoy cambiamos de actividad deportiva, del fútbol pasamos al ciclismo («¡vélo, vélo!». me dedía ayer cuando veía algún niño montado en bicicleta, como queriendo hacerlo él). Imagino que sabe, pero nada más montarse me doy cuenta de que no tiene ni idea. Eso sí, osadía no le falta y, por mi parte, a las agujetas de ayer que ya van haciendo estragos, creo que les voy a sumar en los próximos días unas nuevas en músculos y ligamentos que desconocía existieran en mi organismo.

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2013-03-10 11.25.33El día se completa con múltiples actividades: juega con Daryon, un niño de origen peruano en El Arenal; vamos a ver cómo se cambian cromos en la Plaza Nueva, algo que no parece interesarle mucho; subimos a Mallona a ver el partido de Xabier con el Begoña…. hasta que llegamos pasadas las tres a comer a casa. Y a la tarde, otra vez a la calle, columpios y juegos junto al Guggenheim y, de remate, más fútbol en el Parque de Casilda Iturrizar hasta que ya, de noche, vuelve rendido a casa, se ducha, cena y, tras oír un poco de música de su país, se echa a la cama. Lo mejor de todo, su sonrisa, que ilumina nuestras esperanzas de un futuro mejor para él.

De El-Hadj Omar Tall a El Hadji

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Escribo estas líneas en el autobús que me conduce de Bilbao a Ermua. Antes he  pasado por Bilbao La Vieja, el barrio que más emigración africana acoge de todo Bilbao. Cruzar San Francisco no es muy distinto a circular por alguna de las calles de una ciudad africana. Peluquerías, carnicerías, fruterías, locutorios… y mucha gente de color apostada en esquinas, portales y aceras, esperando algo…   o simplemente dejando pasar el tiempo, lo único de que disponen a raudales en esta «tierra de promisión».

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ermuaErmua, en la muga entre Bizkaia y Gipuzkoa, apenas alcanza los 16.000 habitantes, una buena parte de ellos procedentes de la emigración que en las décadas de los sesenta y setenta hicieron crecer este pequeña localidad hacia el único sitio posible para su expansión, las laderas y los montes que la circundan. Sin embargo, y a pesar del medio siglo transcurrido, parece que todo sigue igual, salvo que el crecimiento de entonces se ha trocado en la profunda crisis de ahora. Los emigrantes que hoy viajan conmigo en el autobús ya no son extremeños o andaluces, sino africanos de no se sabe que país, hombres que transportan grandes fardos de plástico en los que guardan, casi con toda seguridad, mercancías que luego acarrearán de bar en bar buscando algún comprador ocasional o que expondrán en un top manta siempre teñido de sombras de clandestinidad.

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Nada más traspasar la puerta de la casa de Maite y Floren me doy cuenta de que no va a ser necesario activar el plan B. El Hadji se muestra receptivo, más abierto y comunicativo que los dos días anteriores. Ahora ya parece que comienza a sentir pequeños espacios de seguridad, a tener algunas certezas, a saber que algunas personas se interesan por él. La rueda del miedo recíproco al extranjero, al diferente,  de había puesto en marcha y, así, los temores iniciales de él habían alimentado nuestros propios miedos a no saber cómo actuar en un momento o ante una situación determinada. ¡Los niños y su infinita capacidad de superación!

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Floren y Maite explican con pelos y señales su experiencia inicial con El Hadji. Alimentación, costumbres, higiene, gustos, horarios… un completo informe que va a servirnos para actuar mejor en las próximas horas. De la jungla en la que nos veíamos en las primeras horas hemos pasado a un bosque abierto, eso sí, todavía sin apenas explorar.  Paseamos un buen rato por Ermua y ya, al filo del mediodía, El Hadji y yo cogemos el autobús para Bilbao.

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Cuando entra en casa conoce a nuestros dos hijos Unai (próximo a cumplir los 18 años), y Xabier de 15. La conexión es rápida y sin solución de continuidad pasan de jugar a la Play Station a la Wii y, de esta, a un pequeño futbolín que todavía guardan de cuando eran pequeños. En menos de cinco minutos están haciendo todos trampas para ganar, señal de que ya han establecido un punto de conexión entre ellos. Y el humor empieza a batir sus primeras risas de complicidad….

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Come, por decir algo,  menos que un jilguero. Parece llenarse enseguida y apenas bebe líquidos a pesar de nuestros ofrecimientos  diarios. Tendrá que ver, imaginamos, con la dolencia que le ha traído hasta aquí, producto de un grave accidente sufrido dos años antes cuando, al salir del colegio, un conductor haciendo una mala maniobra atropelló al chaval. Los padres, que llegaron rápidamente al lugar, creyeron que el niño estaba muerto. Llegó al hospital en coma y fue operado de urgencia. Cuando  abandonó el centro, un mes después, el niño no podía caminar y se creía que había quedado paralítico, pero comenzó a recibir masajes eléctricos en el hospital y logró recuperar el andar.

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2013-03-09 17.19.49Hace buena tarde y decido subir con él a Mallona. Cogemos un balón y me pongo en la situación de Bielsa con sus pupilos. En veinte minutos sus pelotazos descontrolados a cualquier parte del césped del parque me han partido el espinazo y decido, que para eso soy el entrenador, ponerle de portero, para que así, en todo caso, el que tenga que correr sea él. Da lo mismo, cuando me la devuelve estamos igual. Eso sí, ha aprendido a decir «por aquí» cuando golpea el balón para que, en realidad, vaya «por allí», lejos siempre de su destino inicial. Tras esta primera fase deportiva, decido cambiar de actividad. Nos acercamos a una zona de juegos de niños y aquí, donde le hago sus primeras fotos, se lo pasa en grande, aunque sus movimientos siguen expresando temor hacia las alturas y los pasos mínimamente  complicados. Percibo que quizá ha tenido poco acompañamiento de adultos en sus juegos de infancia.

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legendarioNada más volver a casa me llama por teléfono Hady Diallo para interesarse por El Hadji. Le digo que está bien pero que, si quiere, puede venir a saludar a su pequeño compatriota, conocerle y, de paso, preguntarle en wolof cómo se encuentra y si necesita algo. Diez minutos después aparece Hady en nuestra casa. Sus casi dos metros de altura más que asustarle parece que le den seguridad. Tras charlar un rato en su lengua, me traduce: «Le veo perfectamente». Hablamos después de su experiencia en Euskadi, donde lleva ya casi ocho años, de su hermano menor que también está aquí estudiando un módulo de Informática y haciendo pequeños trabajos ocasionales, de los recortes en los programas de asistencia a los servicios sociales que trabajan con la emigración…. y de los tiempos difíciles que vienen para quienes como ellos forman parte del segmento más expuesto y vulnerable de la población en tiempos de crisis: los emigrantes. Y antes de marchar me entero que el padre de su abuela, es decir, su bisabuelo por parte materna, fue el legendario El-Hadj Omar Tall, quien en 1854 inició una larga guerra contra el colonizador francés y creó el mayor imperio toucouleur musulmán de Africa del Oeste, con Ségou como capital.

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Preparo la cena para los dos: purrusalda en puré y gallitos. Con el primer plato se hace remolón, apenas lo prueba y tengo que ponerme serio para intentar que coma algo. No hay manera. Fuerzo la situación, le hago gestos firmes de que tiene que acabarlo para ponerse fuerte (como Drogba, el ex jugador del Chelsea) y, cuando está cercano romper a llorar, decido darle una oportunidad con el segundo plato, pensando que quizá no esté habituado a la textura y el sabor de este puré. Acierto. Empieza comiendo un gallo y, luego, uno tras otro, cuatro más. Ahora me sonríe y, aunque no es su preciado tiep-bou-diene (arroz con pescado, una comida típica de Senegal), seguro que, al menos, ya se ha olvidado del odioso plato anterior.

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No hay seguramente niño en el mundo que quiera ir a la cama por su propia voluntad. El Hadji tampoco es la excepción, aunque se le nota cansado y su vitalidad esté cayendo en picado. Le enseño una especie de cuento («El diario de un niño: hoy día en Senegal»), mira algunas páginas pero es incapaz de concentrarse. Después le pongo algo de música y noto que se activa más porque comienza a cantar el himno de la selección de su país, Les Lions de la Teranga. Ya no hay más tiempo de descuento, le digo que el partido se ha acabado y que tiene que ir a dormir. Imagino que va a meter algún gol inverosimil gol por la escuadra.

Límites y limitaciones

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Son las ocho de la mañana. El Hadji ha dormido nueve horas y parece más tranquilo. Hace buen tiempo y, después de desayunar, aprovechamos para ir a dar un paseo por el pueblo. Llevamos el balón y, mientras yo hago la compra, se queda con Floren en la plaza jugando al fútbol. Parece que la cosa va mejorando. objeto11Volvemos a casa a comer. Ponemos la mesa y servimos la comida: arroz con pollo y verduras. El Hadji no quiere ni probar la comida. Nos pide fruta y yogur. Se levanta de la mesa y quiere ir a su cuarto. Le digo que no, que tiene que estar en la mesa hasta que terminemos. Insiste en que quiere ir a su habitación, pero finalmente se sienta de nuevo en la mesa. ¡Qué estampa! Floren y yo comiendo y El Hadji llorando. El necesita que le marquen los límites y, a la vez, pone en evidencia mis limitaciones. Por la tarde, le pido que me acompañe a la biblioteca y acepta. A la vuelta, al pasar por la plaza, Mikel (el hijo de una amiga) le invita a jugar al fútbol con sus amigos. ¡Bendito fútbol! Dándole patadas al balón parece otro niño. Gracias a Jean, ya sabemos qué pasa con la comida. Los alimentos tienen que estar reconocibles, para que los pueda identificar a simple vista. Por tanto, fuera salsas, purés, mezclas….. Después de fútbol, viene “la Play”. Se va a casa de Mikel a jugar con la dichosa maquinita. Cuando vuelve, hora de cenar: pollo, patatas fritas y yogur. Se lo come todo sin rechistar. No me lo puede creer. Antes de acostarse, otro ratito de cuatro en raya. ¡Parece otro niño, le ha cambiado hasta la cara! Le digo que es hora de ir a dormir y se va tranquilo a la cama. mujeresenegal

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Día Internacional de la Mujer. Pienso en la madre de El Hadji. Como la mayoría de las mujeres de su país,seguramente será la encargada de la casa y sus hijos, en este caso, otros cuatro chicos mayores que El Hadji. Entre la presión de las familias para que no se queden solteras y las costumbres de una sociedad permisiva con la poligamia, las mujeres senegalesas tiene aun un largo camino que recorrer en favor de la igualdad. ¿Qué sentirá ahora? ¿Qué fue lo último que le dijo cuando salió de su casa en el barrio de la Gran Medine? 

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Hablo con Maite y Floren. Quiero saber cómo ha pasado su primer día con ellos, antes de ir mañana a recogerle a Ermua para hacer nuestro primer turno como familia de apoyo. La situación parece que ha cambiado a mejor. Eso sí, Maite ha tenido que marcarle algún limite y dejarle claro, con la ayuda de un amigo senegalés, que el no puede marcar los criterios de la educación que ha de recibir aquí. Lo que más le cuesta: comer (está extremadamente delgado y debe pensar que algunos alimentos podrían ir contra los preceptos de su religión islámica, algo que las dos familias vamos a respetar totalmente); y cumplir con unas normas básicas de higiene (en principio no quería ducharse ni bañarse, aunque no le queda más remedio que aceptar la última opción). Pensamos que siendo el más pequeño de la casa y con cuatro hermanos más mayores que él, quizá haya podido estar algo consentido y/o protegido. Me dicen que también le han llevado a la Biblioteca, pero no parece interesarle los cuentos que le han sacado en francés. Eso sí, ya sabemos que le gusta jugar el fútbol, que su jugador preferido es Messi y que no le hace ascos a la Wii.

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A las 9:30 entramos en su habitación. Está dormido como un tronco. Le preparamos el baño y, sin rechistar, acepta. Le recordamos que va a venir Txema para ir a Bilbao a pasar el fin de semana. No pone mala cara.

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¿Cómo me recibirá cuando dentro de unas horas vaya a buscarle? Si falla el plan A, tendré que echar mano del B: llamar por teléfono a Hady Diallo, un chico senegalés que trabaja en la ONG Etorkinen Bat y que conocí ayer por casualidad, buscando un local de comida senegalesa en Bilbao. Como El Hadji, es de Dakar, y se ha ofrecido, cuando sea necesario, a hablar con él.

La llegada

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Es una cigüeña metálica de alas plateadas que viene volando desde París. Dos familias esperamos en el aeropuerto de Loiu el aterrizaje del vuelo Air France 1776 que las pantallas anuncian que llega con veinte minutos de retraso sobre su horario habitual. Nerviosos e impacientes, nuestras miradas están pendientes de conocer por fin a este viajero que, como las aves el final del invierno, migran desde el Africa subsahariana a la Europa más occidental. La ficha que Tierra de Hombres nos entregó hace poco más de un mes comenzaba así:
Nombre del menor: El Hadji M. Diop (se le conoce como El Hadji)
Fecha de nacimiento: 2002
País: Senegal. Ciudad de residencia: Dakar

MapaSenegal

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Por la puerta de llegadas internacionales aparecen por fin dos niños en sillas de ruedas. Junto a ellos está Marie Claude, una voluntaria de la ONG Aviación Sin Fronteras que les ha acompañado en este trayecto final. Nos acercamos y enseguida distinguimos a El Hadji que, al igual que el otro menor de cinco años (Mouhamadou Thiav) que le acompaña, permanece encogido y asustado ante el grupo de desconocidos que le rodea. Apenas alza la mirada y sus enormes ojos negros nos interrogan con preguntas que quizá un adulto fácilmente pueda intuir.  ¿Qué hago fuera de mi país? ¿Quiénes sois vosotros? ¿Qué queréis? ¿Qué va a ser de mí?

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No se cómo actuar. Me siento débil frente a el y, a pesar de su sufrimiento, percibo que es muy valiente y que hay que  tener mucho coraje para afrontar una situación como la que ahora está viviendo el.  «Salaamaalekum!», le dice Haize, mi compañera y, con un hilo de voz, le responde, «Maalekum salaam». Marie Claude, en francés, y Alfonso, delegado de Tierra de Hombres (TDH) en Euskadi intentan tranquilizarle, pero su mente sigue ausente anclada seguramente en los recuerdos de su familia y en las calles de Dakar que hace ya casi un día tuvo que abandonar.

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Salimos de la terminal y nos dirigimos al parking donde Maite y Floren, su familia de acogida, han dejado el coche con el que llevarán a El Hadji hasta su casa en Ermua, localidad que será a partir de ahora, y hasta no se sabe cuando, su residencia habitual. Dakar_Roofs_-_Beach__OceanEn la calle el termómetro marca 12 grados, lejos de los fríos de semanas pasadas aquí, pero muy lejos también de los 24 grados que registra hoy el mapa del tiempo de Dakar, la capital de su país. Fría Europa, cálida Africa…

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Se había acabado la espera. Teníamos ante nosotros a El Hadji. Sus ojos reflejaban angustia, tristeza e incertidumbre. Estaba abatido y parecía no entender nada de lo que sucedía. El viaje de Loiu a Ermua se me hizo interminable. Me senté en la parte de atrás con él. Quería mostrarle, de alguna manera, mi afecto y cercanía, pero intuyo que su mente estaba muy lejos, intentando buscar algo cálido y familiar que pudiera mitigar su angustia. Una vez en casa, El Hadji nos dice que quiere hablar con su padre. Le digo que no es posible y rompe a llorar. ¿Cómo consolarlo en esta situación sin sentar un mal precedente? Llamo a Jean, un chico senegalés que está de vacaciones en Ermua. Le pido que le diga a El Hadji que le puede escribir una carta a su padre y que Alfonso (TDH) se la hará llegar.

Dos familias y un nexo en común….

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En la vida muchas cosas surgen de repente, imprevisiblemente, como la erupción de un volcán dormido. Así comenzó la idea de este diario-blog, nacido al calor de un hecho tan circunstancial como fue el que dos familias vizcaínas que no nos conocíamos entre sí decidiéramos implicarnos en la ONG Tierra de Hombres y, más en concreto, en su programa de Atenciones Médicas Especializadas (AME) por el que niños y niñas de distintos países africanos con graves problemas de salud son trasladados a Europa para recibir asistencia médica. Dos familias que, gracias a esta decisión, mantenemos un nexo en común: El Hadji, un niño senegalés de diez años que ha cambiado algunas de nuestras rutinas. Familia de acogida una (Ermua), y de apoyo la otra (Bilbao), las dos estamos viviendo una experiencia que queremos compartir con quien sienta los valores de la solidaridad con los más desprotegidos. Estas líneas no pretenden servir de ejemplo de nada. Son sólo un pequeño testimonio colectivo de este itinerario que hemos empezado a recorrer juntos.

Ermua y Bilbao